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El premio «Mujer Rural» reconoce la labor de los centros asturianos que han mantenido vivas las tradiciones locales fuera de la región

Los centros asturianos repartidos en el mundo hacen una gran labor «para mantener los vínculos y ayudar a los emigrantes». Con este espíritu, Navia quiso ayer rendir homenaje a estos hogares que han arrancado tantas veces las lágrimas de emoción de los asturianos «forzados» a abandonar su tierra. Lo hizo entregando al colectivo que los integra el premio «Mujer Rural 2012».
La concejala de la Mujer, Celestina Mastache, repasó la vida de las mujeres que han encontrado en otros países o lugares su único destino, y también las dificultades por las que han tenido que pasar por su condición de mujer. No hay que olvidar que España vivió una dictadura hace unas décadas y que la emigración fue entonces «sangrante y obligada», subrayó la edil. Hoy en día, la gente se marcha fuera «no por motivos políticos o sociales, sino sólo económicos». Entre esas personas, había y hay muchas mujeres, «y no todas pertenecen a esas familias indianas en las que pensamos cuando hablamos de emigración asturiana», destacó Mastache.
La directora general de Emigración, Begoña Serrano, y la gerente del Instituto Asturiano de la Mujer, Carmen Sanjurjo, hicieron hincapié en esta realidad y llamaron la atención sobre la situación muchas veces «penosa» de las mujeres que llegan a España procedentes de otros países. La prostitución, la falta de trabajo remunerado y de protección social convierte a este colectivo en especialmente débil. «Y desde aquí pedimos el compromiso social, empresarial y de las administraciones para protegerlas», declaró Sanjurjo.
Nuria González, de la Federación Internacional de los Centros Asturianos, fue la encargada de recoger el galardón. Ella se quedó en España, «pero vivo a mil kilómetros de Asturias», los que separan el Principado de Alicante. A Nuria dice, se la llevaron de su tierra «en una maleta» porque cuando sus padres tuvieron que emigrar por motivos de trabajo tenía un año. Pronto supo lo que era Asturias porque su familia «nunca dejó de ir al centro asturiano», donde aprendió a tocar la gaita. Ayer se emocionó al recoger el galardón de la mano de la directora general de Emigración, Begoña Serrano. «La labor de los centros asturianos es muy importantes porque te sientes en tu casa y te ayudan mucho», dice.
Ella se quedó en España, pero en las últimas décadas fue mucha la emigración al extranjero. En Boal, este año se estrenó un monumento dedicado a esta masa de personas que tuvieron que escapar «para tener mejor calidad de vida».
En la jornada de ayer también se escuchó el testimonio de Ángeles Flórez, «Maricuela», que contó su experiencia como mujer exiliada en Francia. Hace unos años que volvió a Asturias, pero sus hijos y nietos se quedaron en el país vecino. Allí se fue por motivos políticos (estuvo en la cárcel, vivió en la clandestinidad en España y después huyó del franquismo). En Francia le esperaba su marido. «Y allí me encontré muy a gusto porque son personas muy sociables». Volvió a Asturias porque «la tierra tira». Ahora vive en Gijón y ayer estuvo en Navia, villa que visitó dos veces en su vida, para destacar el papel de la mujer en la emigración y la importancia de la comunidad asturiana en el mundo. «Que es un lujo», dijo.

 

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